viernes, 4 de mayo de 2007

Una questión de memoria

Ahora.

Me acuerdo de una profesora de historia de cine que tuve; era de origen polaca, flaca y menuda, con una inexplicable joroba digna de Charles Laughton y la salaz reputación de haber tenido una breve aventura con Truffaut en los años 70. Después de una lectura crítica de nuestras tanteantes elucubraciones sobre las películas que pásabamos semanas analisando una y otra vez en DVD, solía recordarnos que en sus días de estudiante de cine, sus disertaciones se basaban en un único visionado de las películas (proyectadas en precarias copias 16mm); tenía entonces como herramienta su única memoria, atizada en parte por unos apuntes incoherentes, líneas tuertas escritas en la oscuridad de la sala de proyección. Y por qué habria de ser de otro modo? Al final, lo que nos queda o lo que rechazamos instinctivamente poco tiene a ver con las cualidades técnicas o el grado de sofisticación o de originalidad de una película, factores que se pueden apreciar mejor en un segundo o tercer visionado. Criticar es una cuestión de memoria pues, y no sólo de la película, sino que también de la Historia (en películas realistas así como fantásticas), y antes que más nada, de NUESTRA historia.

Y si uno está de acuerdo con la noción de que la memoria es bastante poco fiable y sumamente selectiva, uno puede empezar a entender la gama de gustos, apreciaciones e interpretaciones posibles. Una crítica suele decir mucho más sobre el crítico que sobre la película en cuestión.